LA TIERRA DE MI CATRAL
Cuanto añoro aquello que se llevo la ambición y el egoísmo, las inmensas manchas verdes con el sonido de las campanillas de las vacas que arrastraban el arado y al encorvado labrador, las primaveras verdes, con sus bancales de trigo, cebada o avena con el fenas de sus brazales, alfalfa o hierba mora. El desfile de hombres y mujeres y los escasos huertos de naranjas y limoneros rompiendo la llanura de nuestra huerta, los cáñamos de tallos verdes y fuertes que con rapidez crecían para miedo de los pequeños y trabajo de los mayores. Los cubos de los carros con su tañido personal, tirados por caballos, yeguas, mulas o borriquillos, las sólidas carretas su hermana mayor, tiradas por vacas sosegadas, hombres y mujeres andando o en bicicletas que iban en distintas direcciones pero con una idea, iban a dejar su juventud, mantener su cuerpo encorvado, regar con su sudor y arrancarle el sustento de las entrañas. Con todo lo duro que era esto, con las manos ásperas, los dedos deformados, con el cuerpo cansado y aun así amaban su tierra, la que nos vio nacer y a muchos les comió la vida, pero todo era humano Toda una lucha de hombres y mujeres grandes, que amaban la huerta, propietarios o jornaleros, tenían su identidad hasta el punto que disputaban con los pueblos vecinos su grandeza y orgullo de ser huertano. El Segura, su bálsamo y castigo les regaba sus campos o les dejaba secas sus cosechas, pero ellos titanes, pequeños gigantes nunca se dejaron vencer, sus penas y su fe eran su temple y orgullo. Pero aquello ya se fue, lo hemos dejado, era nuestra identidad. Los políticos hechiceros de nuestro mal han vendido el agua, ya no nos llega por la acequia, no riega nuestros bancales, no deja que nuestros hijos hagan monigotes con el barro de los brazales. El agua nos la mandan por modernas tuberías con su contador como guirnalda, han dejado secas nuestras tierras, nos engañaron, nos dijeron que hacían pantanos para regar, que se hacía trasvase de ríos para alivio de nuestras penas, pero eso, solo es sembrar dudas en un campo de mentiras. Solo es verdad una cosa, nos han engañado continuamente, han dejado sin fruto nuestra huerta, nos han hecho doblar la rodilla y abandonar nuestro esfuerzo con el peso de las deudas, y ahora nos mandan a los predicadores de la avaricia para que nos enseñen su dinero y nos compren lo que fue nuestra dignidad. ¿No escuchas el lamento de una tierra que llora porque no alimentan sus raíces?, sola soporta la áspera arcilla de los ladrillos, porque ya ningún agricultor la escucha, suena mas fuerte, el dinero para soñar.